La crítica como derecho: Guillermo O’Donnell
13 de diciembre de 2011 Deja un comentario
El 29 de noviembre de 2011 murió Guillermo O’Donnell, politólogo y teórico de la democracia de origen argentino. Tuve el privilegio de entrevistarlo después de que dictara una conferencia magistral en la Universidad Autónoma del Estado de México en febrero de 2009. Ahora que está de moda que los políticos no lean, conviene recordar a este autor que en la última etapa de su vida se preocupó por la calidad de la democracia. La entrevista se publicó en el número 109 de la revista Zócalo (marzo de 2009).
El politólogo argentino Guillermo O’Donnell fue políticamente correcto cuando se le preguntó si México es una auténtica democracia. Respondió que era un extranjero y que no conocía a profundidad el caso mexicano y prefirió no pronunciarse respecto de cómo se celebran los procesos electorales en nuestro país, ni criticar a las autoridades o instituciones mexicanas. Eso sí, mencionó que el Estado enfrenta una crisis de autoridad, con lo que pareció decirlo todo y nada.
Toluca, Edo. de Mex. Lo cierto es que O’Donnell es uno de los pensadores políticos contemporáneos más destacados a nivel internacional. A diferencia de otros politólogos europeos o estadounidenses que pudieran emitir juicios anticipados, O’Donnell conoce a la perfección la realidad de los sistemas políticos de América Latina y por eso sus reflexiones giran en torno al autoritarismo, las transiciones a la democracia, la irrenunciabilidad del Estado de derecho y la calidad de la democracia. Es autor, junto con Philippe Schmitter y Laurence Whitehead, de Transiciones desde un gobierno autoritario, cuatro libros de referencia obligada en el tema.
O’Donnell fue invitado por la Universidad Autónoma del Estado de México para dictar la conferencia magistral La pregunta acerca de la democracia y su calidad en la América Latina de hoy. Para el también abogado la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, pero reconoció que es insuficiente y limitada para resolver las profundas diferencias sociales existentes en la región.
Dijo que la burocracia, es decir, los funcionarios y quienes trabajan en los gobiernos no garantizan la defensa de los derechos políticos, cívicos y culturales. Se requiere que la democracia sea una forma de gobierno permanente y que aumente su democraticidad, su calidad. Ante la pregunta obligada del binomio dinero-elecciones, no dudó en responder que “el dinero es el veneno de la política”, pero también aclaró: “si los ciudadanos quieren democracia, hay que pagarla”.
“¿Las elecciones las pagan los poderes económicos o las pagamos nosotros, el Estado? En principio es mucho mejor que las paguemos los ciudadanos, siempre y cuando ese dinero con el cual contribuimos sea administrado honesta y eficazmente. Si es usado de manera sesgada o corrupta por supuesto que afecta. Los países tienen necesidades enormes, pero si queremos democracia tenemos que pagarla. Los derechos tienen costos. Tener elecciones financiadas con impuestos administrados honesta y transparentemente es un precio que debemos imponernos si deseamos democracia.”
Medios: obstáculos
O´Donnell asesoró y participó en el documento La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que indubitablemente señala a los medios como una causa que limita las democracias en la región.
Si bien los medios independientes son vistos como un factor que contribuye al control sobre los gobiernos, en general los medios son percibidos por los dirigentes como un poder fáctico que informa, opina, juzga y condena; que tienen la capacidad de generar agenda, de predisponer a la opinión pública a favor o en contra de diferentes iniciativas, de erosionar la imagen de figuras públicas mediante la manipulación de denuncias; que no están sometidos a ningún control y que tampoco tienen responsabilidad alguna.
“Los medios de comunicación –precisa el informe del PNUD– han pasado a ser suprapoderes; vinculados a los sectores económicos tienen más poder que los militares, el Ejecutivo, la Iglesia y han reemplazado totalmente a los partidos.” Por si fuera poco, en ocasiones ocupan el vacío de representación que se origina en la crisis de la política y sus instituciones. “Este vacío subsistirá mientras la política no asuma sus facultades frente a los temas relevantes y los partidos se muestren incapaces de articular proyectos colectivos y de alcanzar la conducción del Estado.”
Para el profesor del Instituto Kellog de la Universidad de Notre Dame “la creciente importancia de los medios radica en que son entidades públicas. Debe existir cierto tipo de control sobre ellos, su gestión estar sometida al derecho público y estar sujeta al control ciudadano y a la participación. Hay que transformar la percepción y hacer constar pública, política y jurídicamente que los medios ya no son las entidades privadas que pretenden seguir siendo. La gran empresa debe ser regulada públicamente”.
Derecho a la crítica
Aunque preferible, O’Donnell no fue indulgente con la democracia. Sabe que en América Latina hace falta mucho para lograr democracias de calidad. Si bien en entrevista reconoció que no es especialista en medios de comunicación, admitió “el papel cada vez más dominante de los medios masivos, de constituirse en actores políticos directos y de no rendir cuentas a nadie. Existe en ellos una antinomia entre el ejercicio de la libertad de expresión y el abuso de poder que implica transmitir opiniones sesgadas”.
Ofreció un aporte al decir que los ciudadanos “tenemos que saber ejercer la crítica a la democracia”, y para ello son indispensables los medios de comunicación; eso habla del “flujo de una sociedad civil que se manifiesta libremente, que nunca debe olvidar los horrores y las deficiencias de la sociedad autoritaria”.
“No hay que renunciar al derecho a criticar”, dice. La crítica a la democracia implica “no olvidar los errores y la ineficiencia de algunos de los aspectos que la componen, pero a su vez valorar sus virtudes.” Recomendó que el ejercicio de la ciudadanía no se quede en el papel y que sea una actividad cotidiana. No basta con buenas intenciones: “los derechos hay que escribirlos en la ley porque es la única forma de defenderlos y exigirlos; todo derecho está amenazado y es reversible”.
Aunque siempre habrá ausencias y desesperanzas, todo ciudadano tiene derecho a luchar “por el logro de las condiciones necesarias, para la efectividad y el desarrollo de las personas”. Las luchas democráticas ensanchan los derechos.
Más democracia
Para el autor de Contrapuntos la democracia son promesas y no garantías. No es otra cosa que la forma pacífica de elegir a quien nos habrá de gobernar. “La democracia siempre ofrece un horizonte que marca la señal de una ausencia, porque persistentemente habrá demandas, esperanzas e incluso invitación de lucha para acercarse a ese horizonte que finalmente será inalcanzable”.
Los tropiezos históricos deben servir para no dejar de construir la democracia. Lo importante es que esta forma de gobierno significa abrir espacios para que se convierta en una “autopedagogía social”, es decir, se alcanzarán mayores niveles de calidad democrática conforme los ciudadanos exijan y ejerzan sus derechos políticos, civiles y culturales. “La democracia se mejora practicándola, exigiendo derechos y ejerciendo responsabilidades; por eso la democracia es un acto de autopedagogía social.”
Una democracia mínima –recordó O’Donnell– es aquella que entraña elecciones razonablemente competitivas (no existen las elecciones perfectas), a las que concurren ciudadanos que sufragan libremente, quienes gozan de autonomía antes y durante los comicios –entre las que se encuentran la libertad de expresión–, y no están sometidos a ningún tipo de coerción física al momento de decidir su voto.
Aún más: en una auténtica democracia todos los ciudadanos tienen derecho a ser electos y a participar en la toma de decisiones vinculantes. Los ciudadanos son personas legales y no sólo votantes; son agentes que actúan con propósitos habilitados; individuos con derechos que en función de su ejercicio mejora la calidad de la democracia.
O’Donnell es creador del concepto de democracia delegativa. En ellas se realizan elecciones relativamente limpias, los partidos, el parlamento y la prensa son usualmente libres de expresar sus críticas y la corte bloquea políticas anticonstitucionales. Sin embargo, en estas democracias incompletas o defectuosas los ciudadanos “delegan a otros tomar decisiones en su nombre” desde el momento mismo de emitir el voto, pero después ya no tienen la oportunidad real de verificar y evaluar el desempeño de los gobernantes una vez que han sido electos. También en este tipo de régimen los órganos oficiales encargados de supervisar las acciones de los representantes no cumplen sus funciones o fracasan en el intento, por lo que el llamado Estado de derecho sólo se respeta mínimamente.
O’Donnell insiste en el papel del Estado. Las instituciones deben implementar los derechos ciudadanos y éstos estar atentos a que no se cometan retrocesos. En América Latina existen Estados parcialmente democratizantes y no consistentes, Estados híbridos que no se sabe qué son y de mala calidad. Lo óptimo es que más segmentos del Estado sean consistentes con los derechos, porque la importancia de un Estado radica en la mejoría de la democracia.